sábado, 31 de diciembre de 2011

Psicoanálisis vs poesía


VIERNES 30 DE DICIEMBRE DE 2011 18:09 ÁNGEL VELÁZQUEZ CALLEJAS

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He leído en una carta de Freud que Charles Chaplin no era un gran actor. Al menos a Freud no le gustaba. Y debido a que Chaplin se ceñía a un solo personaje, a Charlot --vagabundo, melancólico y solitario-- no podía ser “psicoanalizado”, traído de vuelta a la “normalidad” de los estándares sociales. Charlot –según Freud-- no podía representar un arquetipo social. Charlot era un fracaso para el psicoanálisis. Charlot negaba a Freud. De modo que esa aptitud de Freud ante Charlot, de negarlo constantemente, produjo un gran desacuerdo con el psicoanálisis. Fue una gran beta de crítica contra el psicoanálisis.

L. H. Lawrence fue uno de los que se opuso coherentemente al psicoanálisis a partir de ese entonces. Se opuso a esa idea de la “normalidad psicológica”. Se opuso a la idea de que todos tenemos que ser normales dentro, por supuesto, de la gran mente colectiva. Y Charlot era para Lawrence un personaje que transgredía la mente colectiva. Era símbolo de la individualidad, de estar fuera del hombre-masa. Nadie quería ser como Charlot. Pero le admiraban; sentían la nostalgia, el anhelo, el deseo de ser como él, de perderse un poco fuera de la sociedad. Pero la idea de la “normalidad” social –tonta creencia para Lawrence-- se los impedía. Lawrence decía que Freud era un retrasado mental. Y yo estoy de acuerdo.

Esta aptitud de Freud, del psicoanálisis, de buscar en el inconsciente, en el interior, las raíces de los problemas de la conducta social para devolvernos a la normalidad, ha influenciado sobremanera en forma de una ética social y cultural pedestre, que se prolonga. En la literatura, esa aptitud ha acabado cortándole las alas. En este sentido existe una tendencia en poesía que viene de ahí, de esa aptitud freudiana de la “normalidad psicológica”. Pero lo peor de todo es que se asume inconscientemente, sin saber ni un tanto de qué se trata.

Al respecto cito: “Su esencia es la exploración para el ajuste espiritual de todos los problemas del ser, la búsqueda del alivio que repare ese mundo interior desordenado donde se desenvuelve la condición humana”. ¡Vaya boconada botiana! La poesía, con esta declaración, está jugando el mismo rol del psicoanálisis. Pero lo está haciendo muy mal, imitando, falseando incluso, la aptitud freudiana. Está negando la poética de Charlot infantilmente. Lo que se está proponiendo esta “poesía” es sacar deshonestamente los problemas del interior, del “ser”, para ajustar al hombre a la normalidad –a la moralidad-- de la sociedad. Es una aptitud moralizante y fea.

Porque con la poesía no se puede sacar nada, dijo Lawrence, si es un modo de transgresión, superación y liberación. Entonces, ¿por qué aparece la “poesía”, como el psicoanálisis, como un alivio, como si fuera una eyaculación? Se trata de eso nada más, de un alivio momentáneo con la seguridad de que algún día volverá al estado de Charlot.

El miedo a Charlot produce el psicoanálisis; el miedo a estar en silencio, sin ninguna exploración y ajuste produce la búsqueda y un reordenamiento del ser respecto a la moralidad de la sociedad. Nada de esto lleva a ninguna liberación, a ninguna trascendencia. Sólo es una Gran Imitación. La mentira práctica para hacer frente a la realidad de la vida.










El siguiente texto fue escrito por el inolvidable Charles Chaplin (...)

"...Cuando me amé de verdad.
  • Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
  • Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
  • Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
  • Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
  • Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
  • Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
  • Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
  • Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
  • Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
  • No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas..."

Charles Chaplin


1 comentario:

  1. El siguiente texto fue escrito por el inolvidable Charles Chaplin (...):

    "...Cuando me amé de verdad.

    Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
    Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
    Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
    Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
    Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
    Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
    Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
    Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
    Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

    No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

    Charles Chaplin

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