sábado, 31 de diciembre de 2011

Psicoanálisis vs poesía


VIERNES 30 DE DICIEMBRE DE 2011 18:09 ÁNGEL VELÁZQUEZ CALLEJAS

Para compartir


He leído en una carta de Freud que Charles Chaplin no era un gran actor. Al menos a Freud no le gustaba. Y debido a que Chaplin se ceñía a un solo personaje, a Charlot --vagabundo, melancólico y solitario-- no podía ser “psicoanalizado”, traído de vuelta a la “normalidad” de los estándares sociales. Charlot –según Freud-- no podía representar un arquetipo social. Charlot era un fracaso para el psicoanálisis. Charlot negaba a Freud. De modo que esa aptitud de Freud ante Charlot, de negarlo constantemente, produjo un gran desacuerdo con el psicoanálisis. Fue una gran beta de crítica contra el psicoanálisis.

L. H. Lawrence fue uno de los que se opuso coherentemente al psicoanálisis a partir de ese entonces. Se opuso a esa idea de la “normalidad psicológica”. Se opuso a la idea de que todos tenemos que ser normales dentro, por supuesto, de la gran mente colectiva. Y Charlot era para Lawrence un personaje que transgredía la mente colectiva. Era símbolo de la individualidad, de estar fuera del hombre-masa. Nadie quería ser como Charlot. Pero le admiraban; sentían la nostalgia, el anhelo, el deseo de ser como él, de perderse un poco fuera de la sociedad. Pero la idea de la “normalidad” social –tonta creencia para Lawrence-- se los impedía. Lawrence decía que Freud era un retrasado mental. Y yo estoy de acuerdo.

Esta aptitud de Freud, del psicoanálisis, de buscar en el inconsciente, en el interior, las raíces de los problemas de la conducta social para devolvernos a la normalidad, ha influenciado sobremanera en forma de una ética social y cultural pedestre, que se prolonga. En la literatura, esa aptitud ha acabado cortándole las alas. En este sentido existe una tendencia en poesía que viene de ahí, de esa aptitud freudiana de la “normalidad psicológica”. Pero lo peor de todo es que se asume inconscientemente, sin saber ni un tanto de qué se trata.

Al respecto cito: “Su esencia es la exploración para el ajuste espiritual de todos los problemas del ser, la búsqueda del alivio que repare ese mundo interior desordenado donde se desenvuelve la condición humana”. ¡Vaya boconada botiana! La poesía, con esta declaración, está jugando el mismo rol del psicoanálisis. Pero lo está haciendo muy mal, imitando, falseando incluso, la aptitud freudiana. Está negando la poética de Charlot infantilmente. Lo que se está proponiendo esta “poesía” es sacar deshonestamente los problemas del interior, del “ser”, para ajustar al hombre a la normalidad –a la moralidad-- de la sociedad. Es una aptitud moralizante y fea.

Porque con la poesía no se puede sacar nada, dijo Lawrence, si es un modo de transgresión, superación y liberación. Entonces, ¿por qué aparece la “poesía”, como el psicoanálisis, como un alivio, como si fuera una eyaculación? Se trata de eso nada más, de un alivio momentáneo con la seguridad de que algún día volverá al estado de Charlot.

El miedo a Charlot produce el psicoanálisis; el miedo a estar en silencio, sin ninguna exploración y ajuste produce la búsqueda y un reordenamiento del ser respecto a la moralidad de la sociedad. Nada de esto lleva a ninguna liberación, a ninguna trascendencia. Sólo es una Gran Imitación. La mentira práctica para hacer frente a la realidad de la vida.










El siguiente texto fue escrito por el inolvidable Charles Chaplin (...)

"...Cuando me amé de verdad.
  • Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
  • Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
  • Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
  • Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
  • Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
  • Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
  • Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
  • Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
  • Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
  • No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas..."

Charles Chaplin


lunes, 26 de septiembre de 2011

Estimado Ensueñista

Te invitamos a la escuchar nuestra reunión científica mensual.

La Meditación y sus aportes a la psicoterapia, tema que fue planteado por el Psiquiatra Dr Nelson Caracó, el Jueves 29 de setiembre a las 20.45 hs. La misma se realizó en la sede de la SUED, en Francisco Muñoz 3374 casi Julio César.

Como verás es un tema pocas veces comprendido y dió lugar a una muy interesante discusión. La apertura a otros conceptos es lo que nos habilita a ser mejores terapeutas.

En la reunión pasada intercambiamos ideas sobre la Psicología Humanista y la Psicoactivación, lo que nos llevó a comprender mejor los mecanismos íntimos del arte de curar.


En otro orden de cosas te invitamos a visitar nuestra página de la S.U.E.D. www. websued.com, donde encontrarás nuevos temas colgados,

Gracias por tu presencia

Milton Gagliardi, Secretario.-
Nelson Caracó, Presidente.-

Visítanos en nuestros sitios:

lunes, 19 de septiembre de 2011

[arje] LA REVOLUCIÓN NEUROCIENTÍFICA‏

La revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad

Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana", afirma el neurocientífico Francisco J. Rubia

El pasado 10 de septiembre, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, dictó la siguiente conferencia, dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia. Según Rubia, los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina "la cuarta humillación humana", tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío. Por Francisco J. Rubia.

Se ha dicho que la humanidad ha pasado por tres revoluciones sociales que han supuesto un avance considerable.

La primera, la revolución agrícola hace unos 10.000 años, cuando el hombre se asienta y comienza a labrar la tierra produciendo alimentos y creando las ciudades. La segunda, la revolución industrial hace unos 250 años, con la invención de la máquina de vapor y la producción de mercancías y la extensión de los mercados.

Y en nuestro tiempo, la tercera revolución debida a la creación del microchip, que dio lugar a la sociedad de la información con un intercambio de conocimientos antes desconocido.

Algunos autores consideran que la cuarta revolución será la revolución neurocientífica, que ya está invadiendo numerosas disciplinas y creando nuevas, colocando el prefijo “neuro” ante disciplinas tradicionales.

Así, hoy se habla de neuroeconomía, neuromarketing, neurofilosofía, neuroética, neuroeducación, neuropolítica y un largo etcétera. Todas estas nuevas disciplinas pretenden aplicar los nuevos conocimientos de la neurociencia a sus materias, esperando que esta aportación sirva para darles un nuevo impulso y desarrollo.

La revolución y sus efectos

Es un hecho que la declaración de la década del cerebro por el Congreso de los Estados Unidos, alentada por la Library of the Congress y por el NIH en los años noventa del siglo pasado, supuso una fuerte inyección, sobre todo económica, para las investigaciones neurocientíficas. Desde la neurobiología molecular hasta las técnicas modernas de imagen cerebral, los estudios tanto básicos como clínicos se multiplicaron, y desde entonces se han acumulado muchos conocimientos que ahora esas nuevas disciplinas pretenden aplicar.

A mi modo de entender, cuando se habla de revolución neurocientífica habría que diferenciar entre una revolución objetiva que se traduce en esos nuevos conocimientos y sus aplicaciones, y una revolución subjetiva de la que hablaremos luego y que, a mi juicio, es mucho más trascendente que la revolución objetiva.

Dentro de la revolución objetiva habría que mencionar la utilización cada vez más frecuente de las técnicas de imagen cerebral, o técnicas de neuroimagen, no sólo en el estudio de enfermedades, sino también del ser humano normal y sano, ya que son técnicas no invasivas que pueden aplicarse sin intervención cruenta alguna.

En el sistema judicial, por ejemplo, se están aplicando cada vez más esas técnicas que van a sustituir pronto a los polígrafos detectores de mentiras del pasado, ya que la exactitud de sus resultados supera a la de los detectores tradicionales, con la esperanza de que pronto será imposible engañar a los jueces y fiscales.

El presidente de la Fundación MacArthur de Estados Unidos, Jonathan Fanton, dice que la neurociencia puede tener un impacto sobre el sistema legal tan dramático como los test de ADN. Esta fundación invirtió 10 millones de dólares en 2007 en varias universidades, para entender cómo la neurotecnología impactaría sobre los sistemas legales en todo el mundo.

Y el neurocientífico Michael Gazzaniga, de la Universidad de California en Santa Barbara, afirma que pruebas neurocientíficas ya se han utilizado para persuadir a jurados a decidir sentencias, y que los tribunales han admitido los resultados del uso de técnicas de imagen cerebral durante juicios para apoyar peticiones que justificaban actos criminales basándose en la demencia de los implicados.

Neuroarmas y neurosociedad

Recientemente, en Estados Unidos se han invertido millones de dólares en universidades para investigaciones neurotecnológicas. El MIT, por ejemplo, recibió 350 millones de dólares para el Instituto McGovern de investigación cerebral y, en la última década, el National Institute of Health dobló su presupuesto, alcanzando los siete mil millones de dólares para el estudio de enfermedades del sistema nervioso.

Por otro lado, tanto empresas privadas como agencias de inteligencia están invirtiendo mucho dinero en ese intento de aplicación de los conocimientos generados en neurociencia para utilizarlos en su beneficio. El estudio, por ejemplo, de la base neurobiológica de la toma de decisiones es de suma importancia para los ejecutivos de las empresas. Y en la elaboración de los anuncios de productos y mercancías, la utilización de esos conocimientos también está adquiriendo una gran importancia.

El posible uso de los conocimientos neurocientíficos en el campo de batalla es más preocupante. Los ejércitos modernos están desarrollando ‘neuroarmas’ que pueden ir desde la eliminación de contenidos de la memoria hasta las armas neurotóxicas que pueden transformar los estados de ánimo, producir cambios psicológicos e incluso eliminar al enemigo. Recordemos lo sucedido en Chechenia el 26 de octubre del 2002, cuando las fuerzas rusas OSNAZ introdujeron un gas que mató tanto a terroristas como a rehenes en un teatro de Moscú.
Aparte de sus aplicaciones médicas, la neurotecnología está invadiendo otros terrenos, como las finanzas, la mercadotecnia, la religión, la guerra o el arte. Estamos entrando en lo que Zack Lynch ha llamado ‘la neurosociedad’.

Aún queda por conocer lo más importante

Aunque durante mucho tiempo el descubrimiento del genoma humano ha centrado la atención del público creando numerosas expectativas futuras, la neurociencia ha ido avanzando y despertando asimismo la impresión de que se avecinan importantes descubrimientos. Las técnicas de neuroimagen, los psicofármacos, las interfases entre el cerebro y las máquinas, las técnicas de estimulación cerebral, los implantes de células troncales en el cerebro o las posibilidades que se abren con la terapia génica están hoy en todos los medios de comunicación.

En algunos casos, las técnicas de neuroimagen han podido detectar idearios racistas, diferenciar contenidos falsos y verdaderos de la memoria o el contenido de algunos pensamientos. Aunque estos datos son aún muy preliminares, sin embargo ya nos están indicando por dónde se orientarán los próximos hallazgos en este campo cuando mejore la resolución espacial y temporal de las técnicas que hoy se utilizan.

A pesar de todos estos avances, no podemos olvidar lo que aún falta por saber. Hace ya siete años, once conocidos neurocientíficos alemanes publicaron un Manifiesto sobre el presente y el futuro de la investigación cerebral. En él hablaban de tres niveles distintos: El nivel superior que explica la función de grandes áreas cerebrales; el nivel medio que describe lo que ocurre en las asociaciones de cientos o miles de células nerviosas en el cerebro; y el nivel inferior que abarca los procesos a nivel celular y molecular. Según estos neurocientíficos hemos avanzado significativamente en los niveles superior e inferior, pero no en el nivel medio, cuando precisamente son las asociaciones o redes neuronales la base de los procesos mentales.

Con qué reglas trabaja el cerebro; cómo refleja así el mundo, de manera que la percepción inmediata y la experiencia pasada se fundan; cómo la acción interna se vive como su acción y cómo planifica las acciones futuras, todo esto seguimos sin entenderlo más que en sus comienzos. Tampoco está claro, dicen los neurocientíficos alemanes, cómo podríamos investigarlo con los medios de que disponemos hoy.

Aparte de esto, queda por conocer lo más importante: cómo se pasa de las descargas neuronales a la consciencia; con otras palabras, cómo es el paso de lo objetivo a lo subjetivo, algo que se considera por muchos autores el problema más difícil en neurociencia. Es el antiguo enigma de la relación cerebro-mente.

Pero todo esto, como dije anteriormente, pertenece a lo que podíamos llamar la revolución neurocientífica objetiva, mientras que lo que, a mi juicio, es más relevante es lo que denomino revolución neurocientífica subjetiva, de la que trataremos a continuación.

Una cuarta humillación

Y digo que la revolución neurocientífica subjetiva es más relevante porque va a modificar de manera considerable la opinión que tenemos sobre el mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos. El título de esta conferencia me vino a la mente cuando releí una pequeña obra de Sigmund Freud, el gran psicólogo vienés, titulada "Una dificultad del psicoanálisis", en la que Freud hizo la reflexión de que el ser humano había sufrido a lo largo de la historia tres humillaciones importantes en su amor propio.

La primera, la de Nicolás Copérnico en el siglo XVI, que había acabado con el geocentrismo, es decir, con la idea de que la tierra era el centro del universo y de la creación. La tierra no era más que un planeta, y no de los más importantes, del sol. Hoy esta idea no sólo está confirmada, sino que sabemos que el sol no es más que uno de los millones de soles que componen una de las muchas galaxias que existen, por lo que la importancia de la Tierra ha ido disminuyendo a pasos agigantados.
La segunda humillación provino del biólogo inglés Charles Darwin en el siglo XIX, con su teoría de la evolución, que hoy nadie pone en duda excepto algunos grupúsculos cristianos creacionistas en Estados Unidos. Aunque después de más de 150 años todavía hay personas que no han asumido lo que ella significa, o sea nuestra procedencia de animales que nos han precedido en la evolución. Esto significó sin duda un gran golpe a la idea de que éramos la perla de la creación divina, que habíamos sido creados de golpe por un soplo de la divinidad, como se dice en el Génesis. Con ello, la explicación de la Biblia pasó a ser lo que es: un mito o leyenda como muchas otras.

Para Freud, la tercera humillación vendría dada por su descubrimiento, que no fue tal, del inconsciente. El inconsciente ya había sido descrito a lo largo del siglo XIX por varios médicos naturalistas románticos alemanes, pero Freud hizo de él el centro de sus estudios y le dio una importancia que otros no le habían dado. El resultado de esos estudios fue saber que la consciencia era sólo la punta de un iceberg, y que debajo del agua se encontraba una inmensa mayoría de funciones que, a pesar de ser inconscientes, gobernaban y dirigían la conducta humana. La tercera humillación, pues, era que el ser humano no era ni siquiera dueño de muchos de sus actos. Hoy se calcula que de todas las operaciones que el cerebro realiza, sólo una ínfima parte, un uno o dos por ciento, es consciente; el resto se lleva a cabo sin que sepamos que se está realizando. Con otras palabras: probablemente Freud se quedó corto.

A mi entender, nos aguarda una cuarta humillación, de la que hoy sólo vislumbramos su comienzo: la revolución neurocientífica que está poniendo en entredicho convicciones tan firmes como la existencia del yo, la realidad exterior o la voluntad libre.

Temas todos estos que tradicionalmente no han sido objeto de estudio por parte de las ciencias naturales, convencidos como estábamos que eran objeto de la teología, la filosofía o, como mucho, de la psicología. Pero que hoy sí que se cuentan entre los objetos de estudio de la neurociencia para darnos a entender que hemos estado equivocados hasta ahora cuando dábamos carta de naturaleza a determinados conceptos que muy posiblemente eran y siguen siendo fruto de nuestros deseos.

El ser humano no tiene, por ejemplo, ningún motivo para pensar en la continuidad de su persona, de su yo, que considera que es el mismo desde la cuna a la tumba, sabiendo que nada ni en su cuerpo ni en su alrededor tiene permanencia. Y, sin embargo, ¿quién nos va a convencer de que no existe ese yo que subjetivamente está tan presente como la propia realidad exterior?

Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro. Sin embargo, ¿quién no está convencido de que esas ‘proyecciones’ del cerebro no son tales y que las cualidades de los órganos de los sentidos son parte de la realidad que percibimos?

No obstante, ya en el pasado Descartes, por ejemplo, en el siglo XVII había dicho que las cualidades secundarias de las cosas, colores, sonidos, gustos, olores, etc., no existían fuera de nosotros, sino en nosotros como sujetos sintientes. Y el filósofo napolitano del siglo XVIII Giambattista Vico escribía en su libro "La antiquísima sabiduría de los italianos": “Si los sentidos son capacidades activas, de ahí se deduce que nosotros creamos los colores al ver, los gustos al gustar y los tonos al oír, así como el frío y el calor al tocar”.

Revisión del concepto de realidad

El filósofo inglés Charli Broad decía que el cerebro es como una válvula reductora que filtraba el inmenso caudal de datos que fluía desde los órganos de los sentidos al cerebro. Además, los propios órganos de los sentidos perciben sólo una pequeña parte de la realidad. Por eso, desde el punto de vista neurofisiológico, llamar realidad a lo que percibimos es completamente inadecuado y sin sentido.

Y el filósofo irlandés George Berkeley decía que sólo conocemos lo que percibimos, de manera que sus contemporáneos discutieron si cuando caía un árbol en el bosque y nadie estuviera presente para escucharlo haría algún ruido o no. Por lo que hoy sabemos, indudablemente no habría ningún ruido, ya que el sonido no es ninguna cualidad de la realidad absoluta, sino sólo de la nuestra.

La conclusión que podemos sacar de todo esto es que cuando hablamos de materia, del mundo material, parece que nos estamos refiriendo a una realidad subyacente, cuando de hecho nos referimos en gran parte a imágenes de nuestra mente.

En uno de los escritos filosóficos hindúes, el llamado Ashtavakra Gita se dice: “El mundo que de mí ha emanado, en mí se resuelve como la vasija en el barro, la ola en el océano y el brazalete de oro en el oro de que está compuesto”. Como es sabido, en los Vedas hindúes el mundo, así como el yo, son considerados maya, esto es, ilusión. Y los Vedas se remontan a unos 2.000 años antes de nuestra era.

En el Libro tibetano de la Gran Liberación, también llamado Bardo Thodol, encontramos la frase siguiente: “La materia se deriva de la mente o consciencia y no la mente o consciencia de la materia”.

Por cierto, en física cuántica se conoce que el acto de observar un fenómeno afecta a lo que se está observando, algo similar a lo que sabemos que hace el cerebro durante la percepción.

Uno de los escritores llamados constructivistas, Heinz von Foerster dice: “Objetividad es el delirio de un sujeto que piensa que observar se puede hacer sin él”. Este mismo autor llama la atención sobre el hecho de que tenemos unos cien millones de receptores sensoriales frente a unos diez billones de sinapsis en nuestro sistema nervioso, lo que interpreta como que somos 100.000 veces más receptivos a lo que ocurre dentro de nuestro cerebro que a las informaciones procedentes de los órganos de los sentidos.

El descubridor de la dietilamida del ácido lisérgico, LSD, Albert Hoffmann, fallecido hace sólo tres años a la edad de 102 años, decía: “Reconocí que todo mi mundo se basaba en mis vivencias subjetivas, que estaba dentro de mí y no fuera”.

El yo como cualidad emergente

Se han planteado tres argumentos a favor de que el yo es una construcción cerebral. En primer lugar, su ontogenia, o sea cuándo surge ese concepto en el desarrollo del ser humano. Al parecer, el niño no nace con ese concepto del yo, sino que se encuentra en la primera fase de su vida en un estado indiferenciado de fusión con el mundo, es decir, sin autoconsciencia. Es a partir de los dos años y medio o tres cuando surge esa impresión subjetiva de un yo propio que se diferencia del resto de la realidad y se enfrenta a ella. No deja de ser curioso que hablemos del yo y del mundo cuando ese yo es parte también de ese mundo.

En antropología se sabe que en comunidades humanas más primitivas se tenía una concepción de la persona o del yo esencialmente sociocéntrica, o sea ligada a la pertenencia al clan o a la tribu y, desde luego, mucho menos individualista que en nuestra cultura occidental. Algunos antropólogos consideran que el yo individualizado no es una idea innata, sino una noción que ha tenido un desarrollo histórico.

Entre los indios ojiwba, por ejemplo, una tribu de los algonquinos que todavía existe en algunas reservas, principalmente en Minnesota en Estados Unidos, el concepto que estos indios tenían de sí mismos no tenía nada que ver con el concepto occidental. No diferenciaban bien entre mito y realidad, entre ensueño y vigilia o entre humanos y animales.

El antropólogo Brian Morris es de la opinión que el yo en esencia es una abstracción y que se refiere más a un proceso que a una entidad. Mientras que el pensamiento occidental tiene un concepto del yo egocéntrico, en otras culturas este concepto es más sociocéntrico y en muchas de ellas el dualismo tradicional del yo frente al mundo está completamente difuminado.

Hay otro argumento que nos hace sospechar que el yo es una construcción cerebral. Para evitar que los ataques epilépticos que se producen en un hemisferio cerebral se propaguen al hemisferio del lado contrario por las fibras que unen ambos y que forman lo que se llama el cuerpo calloso, con doscientos millones de fibras, algunos neurocirujanos seccionaron el cuerpo calloso generando así lo que se ha llamado pacientes con cerebro dividido o escindido que fueron estudiados intensamente sobre todo en Estados Unidos.

Aparte de muchos otros fenómenos, uno de los resultados más llamativos de esta operación fue que estos pacientes tenían pensamientos independientes en cada hemisferio. El investigador que recibió en 1961 el premio Nobel por estos estudios fue el psicólogo norteamericano Roger Sperry y que decía lo siguiente: “Cada hemisferio parece tener sus sensaciones separadas y privadas, sus propios conceptos y sus propios impulsos para la acción. La evidencia sugiere que dos consciencias van en paralelo en ambos hemisferios de estas personas con cerebro escindido”.

Como vemos, Sperry aceptaba la existencia en estos sujetos de dos consciencias, una en cada hemisferio, lo que sugiere que en condiciones normales estas dos consciencias aparecen como una sola, por la predominancia de una de ellas o por la fusión de ambas.

En algunos pacientes esta situación creaba enormes conflictos, como, por ejemplo, que la mano izquierda, controlada por un hemisferio, cometiese un error y la mano derecha intentase corregirlo, o lo que es peor, que una mano abriese un cajón y la otra intentase cerrarlo. La conclusión de estas observaciones fue que en estos pacientes existían dos personalidades distintas, dos yos, con dos consciencias diferentes que se expresaban no sólo en las acciones, sino también en los pensamientos. Otra conclusión importante fue que la consciencia del yo tenía que estar ligada a las funciones de la corteza cerebral.

Esta división del yo en dos no es necesario que se produzca en los pacientes con hemisferios separados por el cirujano, La psiquiatría sabe hace mucho tiempo de casos de desdoblamiento de personalidad, como la que se describe en la película “Psicosis” de Hitchcock.

También se conoce un trastorno de personalidad múltiple que se atribuye a una violación incestuosa en edad temprana de estos pacientes. Se ha supuesto que el shock emocional que supone ser violado o violada por una persona de la propia familia puede conducir, según algunos autores, a una excitación tan grande de la amígdala, una región perteneciente al sistema límbico o cerebro emocional, que lleve a una inhibición por ésta de distintas partes del hipocampo, otra región relacionada con la memoria, generando así personalidades múltiples e independientes.

Se ha planteado la hipótesis de que todos nacemos con el potencial de desarrollar múltiples personalidades, y en el curso de un desarrollo normal conseguimos más o menos consolidar un sentido integrado de la personalidad. Algo de eso debe haber, pues si observamos el comportamiento, por ejemplo, de adolescentes normales cuando se encuentran con sus padres, con su novio o novia o con sus compañeros de juerga estos comportamientos son tan distintos que parece que proceden de distintas personalidades.

Resumiendo todos estos hechos podríamos decir que el yo es una entidad que desarrolla el cerebro como cualidad emergente, entidad con la que no nacemos, sino que se desarrolla a partir de la maduración de estructuras corticales y en interacción con el entorno, dependiendo, por tanto, de la cultura en la que la persona se encuentra.

¿Qué pasa con la voluntad?

Sin duda, nuestra civilización occidental ha acentuado enormemente esta cualidad del yo, generando individuos especialmente poco sensibles a los intereses colectivos. Precisamente por ser algo individual, que nos diferencia de los demás, también nos separa de ellos.

Otro dato que amenaza con minar la imagen que tenemos de nosotros mismos es el tema de la voluntad libre. Los datos de que hoy disponemos apuntan a que la libertad es una ilusión, una ficción cerebral. Nadie puede afirmar que estos datos sean definitivos, porque definitivo no hay nada en ciencia, pero son datos experimentales que nos dicen que no somos libres de tomar decisiones cuando estamos ante la posibilidad de elegir entre varias opciones. Antes de que tengamos la impresión subjetiva de voluntad, el cerebro se ha puesto en marcha de manera inconsciente.

Experimentos realizados con modernas técnicas de imagen cerebral han mostrado que esa actividad inconsciente del cerebro precede a la impresión subjetiva de voluntad nada menos que en seis segundos. Y, sin embargo, de nuevo la impresión subjetiva de libertad es tan fuerte que pensamos que la interpretación de los resultados de estos experimentos no puede ser cierta.

Se suele decir que libertad es la capacidad de hacer lo contrario de lo que realmente hacemos. Pero esto no es otra cosa, a mi entender, que tener grados de libertad, o sea una gama de opciones entre las cuales elegimos una. Estos grados de libertad son mayores mientras más desarrollado sea el cerebro, de manera que los humanos tenemos más grados de libertad que otros mamíferos y éstos más que los anfibios, etc. Pero si confundimos la libertad con los grados de libertad entonces todos los animales son libres por tener distintas opciones en su conducta. Lo decisivo no es que tengamos posibilidades de elección, sino por qué y cómo elegimos lo que elegimos y no otra posibilidad.

La ciencia nos dice que el universo está sometido a leyes deterministas, por lo que el físico Albert Einstein se preguntaba que por qué el cerebro tenía que ser una excepción y fuese la única parte de la materia del universo que fuese libre y no determinada como el resto.

Hoy en día muchos filósofos llamados compatibilistas piensan que a pesar de estar determinados como el resto del universo, los humanos somos libres siempre y cuando nuestras acciones surjan de nosotros mismos. Aquí se olvida lo que había dicho Freud de los condicionamientos inconscientes que dirigen nuestra conducta. En psicología no se dice que seamos libres si nuestra conducta está guiada por motivaciones inconscientes sobre las que el llamado yo consciente no tiene ningún control.

No deja de ser curioso el hecho de que sepamos que no tenemos ningún control consciente sobre lo que almacenamos en la memoria y, sin embargo, no nos preocupe este hecho, cuando precisamente desde el punto de vista de la supervivencia la memoria es mucho más importante que la libertad.

La falta de libertad ya había sido planteada en el pasado por el filósofo holandés Baruch Spinoza que decía que los hombres se consideraban libres porque ignoraban las causas que determinaban sus acciones.

La importancia de estos resultados es evidente. La existencia o no de libertad, libre albedrío o voluntad libre es también de enorme importancia para otras disciplinas, por ejemplo para la religión, ya que sin libertad el ser humano no es culpable de pecado, concepto clave y fundamental para las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islamismo.

En jurisprudencia y en psiquiatría forense, el tema de la libertad es de gran relevancia, dado que de ahí se derivan los conceptos de responsabilidad, imputabilidad y castigo para los que delinquen. Pero la libertad es también importante en ética, en filosofía social y política, en la filosofía de la mente, en metafísica, en la teoría del conocimiento, en la filosofía de las leyes, en la filosofía de la ciencia y en la filosofía de la religión.

El cerebro y la espiritualidad

Otro tema que está siendo estudiado por la neurociencia es el tema de la espiritualidad. Desde que es posible provocar experimentalmente experiencias espirituales, religiosas o místicas estimulando determinadas regiones del lóbulo temporal pertenecientes al sistema límbico o cerebro emocional, la neurociencia ha entrado en un tema que tradicionalmente ha pertenecido a la teología. Se habla hoy, a mi entender equivocadamente, de neuroteología para referirse a la búsqueda de la espiritualidad en el cerebro. Y digo que equivocadamente, porque teología significa etimológicamente un tratado de dios, como si ya se diese por sentado su existencia, algo que la neurociencia no hace.
Pero lo realmente revolucionario, a mi juicio, es el hecho de que la materia, como el cerebro, sea capaz de producir espiritualidad. De ahí que yo al cerebro le he llamado “espiriteria”, una contracción de espíritu y materia. En cualquier caso, parece evidente que el concepto tradicional de ‘materia’ no debería ser aplicable al cerebro. Además, la separación dualista cartesiana entre espíritu y materia no tendría sentido.

Como vemos, en el pasado se consideraba inapropiado que la neurociencia se ocupase de las funciones mentales, antes llamadas funciones anímicas, o sea del alma, como lo está haciendo ahora. Hoy estamos al comienzo de un derribo sistemático de conceptos que, algunos de ellos, son pilares en los que se asienta nada menos que gran parte de nuestra cultura occidental.

De ahí que piense que se avecina una nueva humillación del ser humano, una revolución protagonizada por los resultados de la neurociencia. De nuevo, una ciencia está a punto de abrirnos los ojos a realidades que nada tienen que ver con las que hemos vivido durante siglos: éstas han sido producto de nuestro cerebro y las realidades que las sustituyan también lo serán. Pero ahora, soñar con una realidad independiente del cerebro humano será posible pero no real.

Nos llama la atención el progreso objetivo de la neurociencia, como el papel de la genética en varios trastornos mentales, los estudios de biología molecular que nos han explicado cómo determinados genes pueden llevar a producir síntomas clínicos. Admiramos los descubrimientos que muestran la producción de nuevas neuronas en el hipocampo, o los mecanismos moleculares asociados a la memoria y al aprendizaje. Hemos descubierto neuronas que son la base de la empatía, probablemente también del lenguaje y de la moralidad, como las neuronas espejo, pero los temas que he mencionado en relación con la revolución subjetiva van más allá porque van a cambiar la imagen que tenemos del mundo y de nosotros mismos. Las humanidades, junto con la neurociencia, tendrán que colaborar para diseñar una nueva imagen del ser humano que, sin duda, será distinta a la que hoy conocemos.

En suma: estamos ante una auténtica revolución de nuestras ideas: una revolución neurocientífica.

15-09-11

miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Está el Ensueño Dirigido dentro de la Psicología Humanística?

Estimado Ensueñista

Te invitamos a ver esta reunión cientifica mensual. Como te habíamos dicho, es la que corresponde a agosto.

¿Está el Ensueño Dirigido dentro de la Psicología Humanística? es el tema que planteó el Dr. Milton Gagliardi, el Jueves 1º de setiembre a las 20.45 hs. La misma se realizó en la sede de la SUED, en Francisco Muñoz 3374 casi Julio César a las 20.45 hs.

Como verás es un tema polémico y este evento dio lugar a una muy interesante discusión.



Ensueño Dirigido y Humanismo [1]



Ensueño Dirigido y Humanismo [2]

En otro orden de cosas te invitamos a visitar la página de la SUED www. websued.com, donde encontrarás nuevos temas colgados.

Nelson Caracó, Presidente
Milton Gagliardi, Secretario

Puedes ver y escuchar temas de Ensuelo Dirigido en nuestro

PORTAL DE PSICOTERAPIAS.


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domingo, 17 de julio de 2011

Grados de impotencia

En principio al pensar en la impotencia consideramos la misma en su absolutez como negación de toda posibilidad. Pero una negación completa de toda posibilidad es una contradicción, ya que la posibilidad de esta misma negación quedaría autonegada. Por lo tanto una impotencia absoluta no es posible... es decir... de un modo irónico... es impotente. Por lo tanto solo pueden existir grados de impotencia y en determinados marcos de consideración de posibilidades.

Por supuesto que el anterior razonamiento podría verse en tela de juicio si lo que se considera es la potencia individual de vida... el potencial de existencia individual de un ser vivo... pues la muerte resulta inevitable y por lo tanto ella vendría a ser la reducción de la vida individual a la impotencia absoluta.

Bueno... si considerasemos que el potencial de vida es una constante y que la muerte lo cercena de manera abrupta y terminante entonces la muerte vendría a ser este absurdo. Pero si consideramos que el potencial de vida no es una constante sino una variable de valores decrecientes que pasa de la creatividad, de la plasticidad futurible del ser recién concebido a la degradación mecánica y olvidadiza del ser envejecido o la mutilación dolorosa del ser dañado por fuerzas exteriores, entonces la muerte no viene a ser tal absurdo sino la crisis final del desgaste de la potencia vital o un apagón inducido por el juego de potencias vitales y extravitales en que se enreda la limitada potencia de vida individual.

Sin embargo, el hecho de que la muerte no sea la negación de la potencia vital individual de manera absoluta por cuanto esta potencia lleva en si o sufre exteriormente las causas de esta negación con anterioridad a la ruptura de la muerte, ello no parece indicarnos que deje de existir una destinación del individuo a la reducción absoluta de su existencia a la impotencia de la inexistencia, incluso por la via de su degradación intrínseca, siendo la muerte un aporte de impotencia que cierra el círculo de esa absolutez. Es decir, que el individuo, puesto así en el universo, es solo una fugaz criatura fenoménica destinada a ser destruida por completo en el proceso mismo que lo engendra, sin escapatoria alguna. ¿Es este absurdo finalmente irrevocable por más que se sostenga nuestro primer razonamiento, el que nos indica que una impotencia absoluta es imposible?

Lo que nos puede evitar el caer en esta sórdida conclusión es repensar el concepto mismo de la potencia vital individual. Al pensar en ella y su destrucción la pensamos separadamente del resto del universo y no como una acumulación puntual de potencia cósmica. En efecto, si pensamos en el individuo como una mera centración y entrelazamiento puntual de energía e información cuyos bordes no son tan nítidos como nos suele parecer, al pensar en el individuo como una aglomeración fugaz de los flujos y reflujos de la energía viviente y la energía universal, entonces no es posible ver ya la muerte o la degradación más que como un pasaje de la energía de una estructura a otra, de una acumulación de potencia a otra. Desde esta perspectiva toda potencia vital individual es una potencia prestada momentáneamente por el juego vital al individuo y que no lo consolida sino que solo lo configura del mismo modo que la ola resulta configurada sobre la superficie del mar. No se trata sin embargo de afirmar que la individualidad es una ilusión como suelen afirmar ciertas filosofías, sino simplemente de negar que el individuo tenga propiedad en algún sentido sobre su existencia... el individuo no posee ni siquiera su vida y por lo tanto no puede ser desposeído de ella ni de ninguna ilusoria propiedad. Ello quiere decir que no hay ninguna reducción a la impotencia ni con la muerte, ni con el envejecimiento ni con la destrucción por parte de fuerzas exteriores, sino solo una devolución del préstamo energético configurador.

Así pues solo la idea de la participación sumergida de la individualidad en la totalidad nos permite superar el camino absurdo de las consideraciones nihilistas que anteponen la muerte a la vida, no suponiendo en ello la supresión de la invidualidad en la totalidad y negando de manera tajante la validez de la idea de propiedad. Esto último nos puede hacer sospechar que la idea de propiedad está directamente relacionada con el temor a la muerte y con la percepción de impotencia. Es decir, nos permite suponer que todo el sistema de vida humano basado en la propiedad es el sistema de la muerte, el miedo y la impotencia en tanto que a través de la propiedad el individuo procura constantemente y de manera absurda, trágica y hasta estúpida, retener su vida contra el deshacimiento inevitable. La avaricia de vida está atrás del régimen de propiedad en el sentido de que el individuo avaro de vida, que quiere llevar la vida al cántaro de sus propios límites y consumirla allí sin fin, construye esos mismos limites como si tejiera membranas de un solo sentido.

Por supuesto que el régimen de propiedad tendió desde sus orígenes a perpetuarse en la forma de una perpetuación de la propiedad por herencia ilimitada y eterna, es decir, se solventó a lo largo de los miles de años de su existencia como un esfuerzo suprageneracional de perpetuación del individuo en las generaciones futuras, perpetuación maligna que constituye finalmente un latrocinio de las viejas generaciones sobre las nuevas al retener aquellas mediante esta perpetuación riendas de destinación sobre los nuevos vivos.

Lo que nos queda por pensar aquí después de exhibir la directa relación entre la propiedad y su perpetuación mediante herencia ilimitada y la obsesión contra la muerte y la degradación de la vida individual, relación que ha quedado simbolizada en las monstruosas pirámides faraónicas egipcias, es que una superación del régimen de propiedad en la forma de la supresión de la perpetuación ilimitada de la misma como mínimo, es el camino para una conciencia humana abierta al universo y a si misma participativamente y alejada del miedo absurdo a la extinción individual y la percepción impotente de la existencia.

Saludos y esperando vuestros comentarios,


Profesor Fernando Gutiérrez Almeira.

Para arje@yahoogroups.com

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viernes, 1 de julio de 2011

Psicoterapeuta Adriana Hosner

Jueves 30 de junio de 2011

Reunión de la SUED, del jueves 30 de junio. La misma fue en la sede de la SUED, en Francisco Muñoz 3374 casi Julio César a las 20.45 hs. En esta oportunidad tuvimos un Ateneo de Psicoterapia, donde discutios dos casos presentados y los procedimientos psicoterápicos con sus alternativas. En la reunión pasada los casos presentados por la Psicoterapeuta Adriana Hosner resultaron de sumo interés para aquellos que tienen la mente abierta y el deseo de mantener activa su creatividad como terapeutas.

Parte A:




Parte B:

miércoles, 8 de junio de 2011

La curación de la homosexualidad


El lugar de encuentro de los católicos en la red

Boletín 66 de la Comunidad de Psicólogos Católicos


Boletín 66 de la Comunidad de Psicólogos Católicos
La curación de la homosexualidad
Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net




La curación de la homosexualidad

Fuente:NARTH



Introducción

La curación de la homosexualidad consiste en un proceso de descubrir con compasión las heridas emocionales del pasado, resolver el enojo contra aquellos que las han causado a través de un proceso de perdón, utilizar técnicas de conocimiento y de comportamiento, admitir la impotencia ante el sufrimiento emocional y apoyarse en la espiritualidad católica y en los sacramentos.

Aunque cada uno de estos pasos es importante, en mi experiencia clínica de los últimos 20 años con cientos de adolescentes y jóvenes, la clave de su recuperación ha sido el perdón y la espiritualidad. Ninguna medida de perspicacia, amor y afirmación de otros adultos, de auto-determinación, de conocimiento o comportamiento pueden resolver las heridas emocionales tan profundamente grabadas que estas personas arrastran. Sólo el amor de Dios es capaz de superar la dolorosa soledad y tristeza, así como los miedos y las inseguridades al proporcionar un sentimiento de haber sido amado profundamente, de ser especial y de haber sido protegido en todas las etapas de la vida. A medida que las heridas emocionales se curan, las inclinaciones y conductas homosexuales disminuyen y con el tiempo desaparecen.

En cuanto al éxito de la psicoterapia en el tratamiento de la homosexualidad, en 1962, Bieber informó que hubo una tasa de curación del 27% basada en el psicoanálisis. Una encuesta reciente de 285 psicoanalistas que trataron a 1.215 pacientes homosexuales arrojó que el 23% cambió hacia la heterosexualidad. Estos enfoques tradicionales de tratamiento no utilizaron un proceso de perdón para resolver el resentimiento interior ni una espiritualidad cristiana para la tristeza, la baja autoestima y la desconfianza.
Sin embargo, yo he tenido la experiencia de que cuando el perdón y la espiritualidad cristiana son partes esenciales del tratamiento, la tasa de curación de la homosexualidad es cerca del 100%.

1. Entender

Cada vez más varones homosexuales están recibiendo terapia por miedo al SIDA. Al principio, muchos de ellos se resisten a reconocer que tienen heridas emocionales por miedo a afrontar ese dolor o debido a la influyente cultural actual que no admite la existencia de conflictos emocionales relacionados con la homosexualidad. Sin embargo, la mayoría de los que buscan un tratamiento están abiertos a la verdad y no se niegan a explorar las decepciones que han sufrido en la vida. Su apertura aumenta si el terapista muestra optimismo y confianza en la curación de las heridas emocionales que han causado la homosexualidad.

La identificación y el entendimiento de los conflictos emocionales en las diferentes etapas de la vida son los primeros pasos en el proceso de recuperación. Las heridas ocurren en su mayoría durante la infancia y la primera parte de la adolescencia y surgen de decepciones con padres, hermanos y compañeros. Este dolor normalmente se niega, pero vuelve a surgir con la máscara de tentaciones homosexuales. Sin embargo, para algunos, las atracciones homosexuales puede que no se manifiesten hasta después de los 20 ó 30 años. En esos casos, algún trauma de la vida adulta suscita inconscientemente los traumas no resueltos de la infancia y la adolescencia.
En más del 70% de los varones homosexuales que he tratado, el mayor problema que se identifica en la fase de entendimiento del tratamiento es una débil identidad masculina. Esta inseguridad es, la mayoría de las veces, el resultado de un continuo rechazo de compañeros y ocasionalmente del padre por causa de las limitaciones atléticas.

La segunda herida más común es la de un padre emocionalmente distante, insensible y poco animador. Mientras que generalmente hay poca resistencia a la hora de reconocer la herida de los deportes, muchos hombres tienen una gran dificultad en admitir cuánto han echado de menos emocionalmente a sus padres y lo muy heridos que se han sentido cuando esas necesidades no fueron satisfechas. Tal resistencia se puede superar en parte si el terapista comparte sus propias luchas a la hora de afrontar las decepciones que tuvo con su padre.

Estas dos áreas de trauma emocional no están siendo identificadas en muchos varones porque los terapistas no reconocen la poderosa influencia de los deportes y la relación con el padre en la formación de la identidad masculina. Por diversas razones ninguno de estos temas tan importantes aparecen en los escritos de psicología.
La desconfianza hacia las personas del sexo opuesto es la causa más común de la homosexualidad. A menudo, esto es el resultado de las heridas en la infancia y en la adolescencia de un padre excesivamente controlador, dependiente, intensamente egoísta, emocionalmente distante o manipulador, ausente, adicto o que no funcionaba como padre/madre.

También, un trauma de adulto puede resultar en un gran miedo a ser herido por las personas del sexo opuesto.

En la fase de entendimiento, las mujeres identifican las heridas más comunes que surgen y las predisponen a la homosexualidad como la desconfianza hacia un amor masculino causado por un trauma que tuvieron con un padre o con otros hombres y por una falta de afirmación por parte de sus madres. A diferencia de los hombres, el rechazo por parte de sus compañeras en la infancia y en la adolescencia rara vez causa la homosexualidad femenina.

El narcisismo y el enfado excesivo juegan un papel crucial en la dinámica del comportamiento homosexual compulsivo. Finalmente, los traumas sexuales de la infancia y un excesivo sentido de responsabilidad hacia otros miembros de la familia o asuntos profesionales son las causas menos frecuentes de la homosexualidad.

A medida que el proceso de entendimiento progresa, ocurren una serie de cambios emocionales. Inicialmente, muchos dicen que sienten alivio, felicidad y agradecimiento porque por primera vez han sido capaces de identificar alguna causa de sus actos y tentaciones homosexuales.
El dolor emocional puede itensificarse por un tiempo a medida que la persona recuerda y revive emocionalmente las heridas del pasado. A menudo esta es la primera vez que siente en toda su profundidad el dolor emocional de la tristeza, la inseguridad, la desconfianza y el enfado. Algunos pacientes pueden necesitar el apoyo de medicamentos durante esta fase de la curación.


2. Perdonar

La resolución de un enojo excesivo es esencial para la curación de varios desórdenes emocionales y adictivos, así como para la curación de la homosexualidad. Las dolorosas decepciones durante la infancia y la adolescencia producen un enfado muy fuerte, así como tristeza, desconfianza y baja autoestima. No es posible resolver la soledad, el miedo, el comportamiento compulsivo y la inseguridad sin eliminar primero el pozo de resentimiento relacionado con estas emociones.

Los rechazos de la infancia por parte de los amigos y los padres llevan primero a la tristeza y después al enojo. La emoción del enfado actúa entonces a modo de "cápsula" de la tristeza en las diferentes etapas de la vida. Para desalojar la tristeza, la cápsula de enojo tiene que romperse. Y esto sólo se logra por medio del perdón, porque la sola expresión del enfado no libera en realidad a nadie de un resentimiento o amargura interior.

Desafortunadamente, el campo de la salud mental, todavía incipiente, se ha apoyado casi exclusivamente en la expresión del enfado como el principal mecanismo para tratar esta poderosa emoción. Aunque la expresión del enojo es importante a veces, cuando se usa como único alivio para el enfado, tiene, sin embargo, un valor muy limitado, porque unas meras palabras o comportamientos no pueden compensar por el profundo resentimiento y amargura causados por dolorosas relaciones durante la infancia y la adolescencia que se han negado a través del tiempo.

En el pasado, a los que buscaban terapia para curar la homosexualidad rara vez se les invitaba a resolver los sentimientos de hostilidad hacia el padre y los compañeros, ni tampoco se les daba ningún consejo sobre el perdón. El no enfocar ni recomendar un tratamiento efectivo para el enfado que estaba oculto es una razón fundamental del por qué la terapia tradicional no producía más mejorías clínicas significativas.
La otra razón era el no darse cuenta del valor de la espiritualidad en el proceso de recuperación.

Después de analizar los rechazos específicos de la infancia, la adolescencia y la vida adulta, se recomienda un ejercicio de perdón para las relaciones de esas épocas de la vida. Al principio del tratamiento y regularmente durante el mismo, se les informa a los pacientes que sin la resolución del enfado relacionado con las heridas del pasado es improbable que terminen sus tentaciones o comportamientos homosexuales.

A los pacientes se les da la opción de perdonar en tres niveles:

El cognitivo, en el cual se toma la decisión de perdonar aunque el individuo no sienta ganas de hacerlo; el emocional, en el cual se llega a comprender a aquellos que han causado las heridas y en consecuencia el paciente siente ganas de perdonar; y el espiritual, cuando la persona ha sido herida tan profundamente que de hecho no puede perdonar por sí misma, por lo cual le pide a Dios la gracia de perdonar y de llevarse el enfado.

Al principio del proceso del perdón, la persona intenta imaginarse a sí misma durante un episodio doloroso del pasado y toma la decisión de abandonar su enfado hacia quien le causó el dolor. Al mismo tiempo se esfuerza por comprender los motivos de esa persona que le hirió. Este proceso normalmente comienza como un ejercicio intelectual o cognitivo, como una decisión de perdonar para superar el dolor, aunque emocionalmente no se tenga ninguna inclinación de perdonar. Con frecuencia, se gasta una cantidad considerable de tiempo y energías en este nivel del perdón antes de que el paciente sienta verdaderas ganas de perdonar.

A menudo, el ejercicio de perdonar se recomienda para las relaciones en las que la persona no tiene conocimiento consciente, o lo tiene muy limitadamente, de la presencia del enojo. Si la historia del paciente parece indicar que éste es el caso, se le pide que intente perdonar cada día a diferentes miembros de la familia o a amigos por las diferentes ocasiones a lo largo de su vida en puedan no haber respondido a su necesidad de ser aceptado, amado, animado o abrazado.

Este ejercicio produce a menudo un alivio emocional inmediato. Sin embargo, algunos descubren que se pasan semanas, meses e incluso años pensando en ellos mismos como niños o adolescentes perdonando a otros por rechazos específicos.

En algunos casos, en los que ha habido un serio trauma emocional en la infancia o en la adolescencia, el dolor emocional es tan profundo que el perdón a nivel natural es imposible. En tales casos, lo que se recomienda es el perdón espiritual. El paciente deberá meditar sobre verdades espirituales como, por ejemplo, el perdón de Jesús hacia quienes lo estaban matando: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34) o sobre el hecho de que sólo a Dios corresponde castigar a los culpables (véase Romanos 12:19).

En el caso de los que son católicos, el uso frecuente del Sacramento de la Reconciliación produce un enorme beneficio para los que descubren que tienen una intensa ira interior así como violentos impulsos de venganza, ya que necesitan más gracia para facilitar la resolución de su enojo. Yo regularmente recomiendo este Sacramento para la curación del enfado relacionado con la homosexualidad, particularmente para el enfado hacia padres, amigos o uno mismo.

Los ejercicios de perdón liberan a aquellos que sufren tentaciones homosexuales del sutil control que ejercen sobre ellos ciertas personas del pasado, les ayuda a olvidar las experiencias dolorosas, acelera la resolución de la tristeza y de la soledad, mejora la autoestima a medida que disminuye el enfado, reduce el sentimiento de culpabilidad, produce un alivio de la ansiedad cuando desaparece el enfado, mejora la capacidad para confiar, produce más compasión hacia los que causaron las heridas y contribuye a una mayor aceptación del pasado.

A medida que se comprende mejor a los que causaron el dolor, se desarrolla la percepción de que el comportamiento de muchas personas puede atribuirse a sus heridas emocionales, de que las personas que estaban cerca de uno lo han amado tanto como sus capacidades de amar se las permitieron y que muy raramente el dolor fue infligido deliberadamente.

Con todo, el resentimiento más fuerte y el que he visto más frecuentemente es el de aquellos que fueron víctimas del rechazo y del ridículo, a quienes se les convirtió en chivo expiatorio, usualmente por no ser buenos en los deportes. Las víctimas de tal ridículo a menudo reaccionan desarrollando un intenso enfado consigo mismas, así como violentas fantasías de venganza e, incluso, impulsos asesinos. Yo no he tratado nunca a nadie que llevara a la práctica este último tipo de furia; sin embargo, en la actual cultura de violencia, las inhibiciones ante el desahogo de impulsos hostiles han disminuido y algunos adolescentes llevan armas de fuego a la escuela e incluso han disparado a quienes les atormentaban.

Para quienes albergan impulsos violentos como resultado de haber sido chivos expiatorios, la resolución de su profundo resentimiento puede facilitarse mediante un proceso que empieza con la expresión física de su enfado en formas que no dañen a nadie, por ejemplo, dando puñetazos a un saco de boxeo, rompiendo objetos de poco valor o mediante ejercicios arduos y enérgicos (si no son dañinos para su salud). Esto debe seguirse inmediatamente de ejercicios de perdón intelectual y espiritual que ayuden a la persona a renunciar a sus deseos de venganza. Finalmente, el Sacramento de la Reconciliación es extremadamente útil en la curación de este resentimiento específico causado por el rechazo.
Muchos hombres que se sintieron emocionalmente abandonados por sus padres y que cayeron en la práctica homosexual inconscientemente buscando llenar ese vacío de amor paterno, tienen, al principio, una gran dificultad para perdonar a sus padres.

Pero si llegan a comprender cómo fue la infancia que tuvieron sus padres y se dan cuenta de que sus modelos de conducta también fueron a menudo emocionalmente distantes, crece en ellos la capacidad de sentir compasión por sus padres. Uno puede entonces llegar a entender que su padre le amó tanto como pudo y empieza a sentir verdaderos deseos de perdonarle. Sin embargo, los que fueron abandonados por sus padres, normalmente empiezan a experimentar un alivio de su furia mediante ejercicios de perdón espiritual.

El proceso de perdonar a un padre, tanto en hombres como en mujeres, se facilita a medida que estas personas crecen espiritualmente y desarrollan una relación con Dios Padre como su otro padre atento y amoroso en cada etapa de la vida. El amor de Dios disminuye los sentimientos de haber sido defraudados y facilita muchísimo el renunciar al resentimiento que guardan hacia sus padres.

Algunos se dan cuenta de que el perdón les llevará a considerar la dolorosa realidad de las decepciones en muchas relaciones y no se atreven a perdonar hasta que se les asegura que habrá un amor que les sostendrá, les confortará y les aliviará del dolor que les produce el perdonar. Ese miedo a perdonar es una de las razones por las cuales les comunico a mis pacientes, al comienzo del tratamiento, que el caer en la cuenta de la verdad del amor de Dios Padre como otro padre, de Jesús como el mejor amigo y hermano, y de la Virgen María como otra madre amorosa, es esencial para la curación de las heridas de la infancia, de la adolescencia y de la vida adulta.

3. Espiritualidad católica

Los aspectos principales de la espiritualidad católica que juegan un papel esencial en la curación de la homosexualidad son: la oración de petición, la meditación, la Biblia, el Rosario, las horas santas, la Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación y la dirección espiritual. Una vez que el conflicto básico ha sido identificado y entendido, la mayoría de las personas utilizan regularmente cada uno de estos aspectos de la espiritualidad en su recuperación. Sin embargo, algunos encuentran un método de oración que les ayuda en particular. Por ejemplo, los que fueron rechazados repetidamente por sus compañeros a menudo descubren un particular confort y seguridad al pasar tiempo cada día meditando y visualizando a Jesús a su lado en diferentes momentos de su niñez y adolescencia, siendo su mejor amigo cuando se sentían solos y aislados.

4. Curación de la herida producida por el rechazo por causa de la poca habilidad deportiva.

En los niveles iniciales del tratamiento, los que tienen esta dolorosa herida a menudo sienten tanta furia hacia los que les rechazaron que se ven incapaces de perdonar. Este resentimiento, que principalmente se alberga contra los compañeros, también se dirige contra Dios por no haberles concedido habilidades atléticas. En un intento por resolver este enfado, Lou, víctima del ridículo por parte de sus hermanos y compañeros a causa de su poca habilidad deportiva, y resignado a abandonar la idea del sacerdocio debido a su homosexualidad, le expresó a Dios su profunda decepción por no haberle concedido esa habilidad. Le manifestó a Dios de palabra su fuerte sentimiento de abandono causado por el terrible sufrimiento debido al ridículo que sus compañeros le hicieron sentir, así como la soledad y la profunda inseguridad masculina simplemente porque no había recibido habilidades atléticas.

Lou necesitaba primero liberar su enfado hacia Dios antes de que pudiera abandonar la furia que sentía hacia sus compañeros. Logró ese objetivo a base de llevar frecuentemente su resentimiento al Sacramento de la Confesión. Una vez que aumentó su confianza en Dios, fue capaz de entregarle los múltiples niveles de resentimiento contra sus compañeros reflexionando en que la venganza pertenece a Dios y considerando su impotencia ante el enfado y su deseo de dejarlo en manos de Dios. Estos ejercicios espirituales, con respecto a la furia acerca de su infancia y adolescencia, le proporcionaron un significativo alivio emocional y paulatinamente rompió el control emocional que ejercían sobre su autoestima aquellos que le habían herido.

A medida que su enfado disminuyó, creció la comprensión de Lou hacia los que le habían atormentado, los cuales le tenían envidia por su superior inteligencia debido a que eran a su vez inseguros y provenían de familias con problemas. Ese entendimiento más tarde le permitió sentir compasión hacia ellos y luego le llevó también a querer intentar perdonarlos.

Los hallazgos preliminares sobre el resentimiento de Lou fueron esenciales en las etapas iniciales de su recuperación. Luego necesitó curar las heridas producidas por el rechazo de sus compañeros, así como la soledad y la inseguridad masculina. Pero esas heridas emocionales no pudieron ser resueltas por medio de la terapia tradicional. Afortunadamente, la espiritualidad católica sí pudo hacerlo mediante un proceso de convencimiento de la presencia real, amorosa y de aceptación del Señor durante los momentos de dolor y aislamiento de su infancia, adolescencia y vida adulta.

El darse cuenta de que Jesús es el mejor amigo de uno empieza por la meditación. La persona intenta imaginar que Jesús está con él (o con ella) en el campo de deportes, en el gimnasio o en el vecindario, aceptándole y reafirmándole. En esa meditación se puede considerar al Señor comunicándole a uno pasajes de la Biblia, como el de Juan 15:9, donde Jesús dice: "Como el Padre me ha amado, yo también os he amado". A veces Lou se imaginaba al Señor entre él mismo y los que le ridiculizaban, diciéndole que le amaba muchísimo y que nunca le traicionaría.

Lou también se dio cuenta de la amistad y del amor especial del Señor hacia él en sus frecuentes horas de oración. Durante ese tiempo le entregaba a Dios su inseguridad masculina y su soledad e intentaba estar abierto para recibir su amor. A medida que veía cómo el Señor había estado con él en su adolescencia, aumentaba su confianza en Jesús, permitiéndole estar más abierto a su presencia amorosa en las etapas anteriores de su vida. Su confianza en el amor de Dios también aumentó al acudir más a menudo a la Eucaristía y pedir allí específicamente la curación de su homosexualidad y del dolor emocional que la causaba. Finalmente, un director espiritual le ayudó de muchas maneras, especialmente a oír cómo el Señor le hablaba por medio de la Biblia.

Poco a poco Lou fue reconociendo, cada vez mejor, cómo el Señor había estado con él cuando era un niño y un adolescente solitario e inseguro. El caudal de amor de Dios que esto suponía reforzaba su identidad masculina y le hacía sentirse muy especial, a pesar de no tener dotes atléticas, y le curaba de su profunda tristeza y le llenaba el vacío de su pasado. A medida que esto iba ocurriendo, sus tentaciones homosexuales disminuyeron gradualmente. Ya no necesitaba involucrarse sexualmente en relaciones sexuales con otros hombres para sentirse aceptado y realizado como hombre joven.

Antes de que las heridas de su infancia y adolescencia fueron curadas completamente, Lou experimentó tentaciones periódicas. Su respuesta fue pedirle al Señor que curara la soledad de su pasado, que le protegiera de la soledad y que le reforzara la confianza en los dones masculinos especiales que le había dado. También descubrió al principio de su curación que rezarle a la Virgen María le ayudaba a la hora de la tentación y se habituó a rezar el Rosario diariamente por su curación.

La curación de Lou duró varios años. Luego fue capaz de dedicarse a la preparación para el sacerdocio.

En los últimos 20 años, he visto un gran número de hombres solteros y casados, seminaristas, religiosos y sacerdotes que habían sido rechazados en su infancia y en su adolescencia, librarse de su dolor y de su conducta homosexual por medio del perdón y de la espiritualidad católica.

La Eucaristía, el Sacramento de la Confesión, la meditación, la dirección espiritual, la Biblia, las horas santas y el Rosario han hecho posible estas curaciones. En su camino hacia la curación, la mayoría experimentan períodos de fuerte desánimo, recaídas, intenso enfado e, incluso, desesperanza. Sin embargo, con la perseverancia y la gracia de Dios se acaban por resolver las heridas emocionales y la homosexualidad.

5. Curación de la herida paterna, así como de la tristeza, la inseguridad y el miedo

La soledad y la falta de afirmación en la relación paterna es la segunda causa más común de la homosexualidad. Para estar psicológicamente sanos, los niños necesitan experimentar un chorro de amor y ánimo de sus padres. Cuando esto no ocurre, desarrollan una tristeza e inseguridad interior. Esto último ocurre porque los niños idealizan a los padres y si sus necesidades emocionales básicas no son satisfechas, entonces tienden a creer que algo anda mal con ellos mismos.

La herida de la inseguridad es particularmente dolorosa en los varones, porque no reciben la valoración necesaria por parte de la persona que debe constituir su modelo de conducta. La herida paterna es muy prevalente, particularmente hoy en día con el colapso de la familia.

La mayoría de los varones cuyos padres han sido emocionalemente distantes no experimentan inclinaciones homosexuales. Esto se debe a que su identidad masculina ha sido valorada mediante la aceptación de sus compañeros en las actividades deportivas. Sin embargo, aún en esas condiciones, algunos hombres experimentan fuertes inclinaciones homosexuales en un intento inconsciente de llenar el vacío que ha dejado un padre iracundo, ausente o negativo.

Al explorar las decepciones que se han llevado algunos hijos con sus padres, a menudo se encuentran mecanismos de defensa muy poderosos, especialmente en los varones. Una forma eficaz de afrontar esta resistencia es que el terapista comparta con su paciente las diversas maneras en que él mismo ha perdonado a su padre por las decepciones del pasado.

Este proceso de perdonar es muy difícil, tan difícil que las personas sienten como si no hubiera forma posible de hacerlo. En tales casos, el perdón espiritual es muy efectivo contra el resentimiento. Aquí también es esencial que en la curación de la herida paterna se quite el enfado, para que la tristeza que hay debajo se pueda resolver.

Muchos hombres se involucran en una conducta homosexual altamente promiscua en un intento inconsciente frustrado de satisfacer el ansia de amor paterno que no experimentaron durante su infancia y adolescencia. En un esfuerzo por ayudar a estos hombres, algunos terapistas sugieren que el adulto intente curar al niño herido que hay dentro de ellos, amándole más. Pero este enfoque no produce un alivio emocional permanente porque el niño que hay dentro ansía el amor de un padre, no un amor propio, y el adulto en que se ha convertido no estaba presente en los momentos en que el niño deseaba ser aceptado y amado por su padre. Sólo un conocimiento de la presencia de Dios Padre durante la infancia y la adolescencia puede llenar el vacío y curar la herida.

El primer paso del enfoque espiritual es sugerirle a la persona que empiece a mejorar su relación con Dios Padre. Puesto que la gracia funciona en base a la naturaleza, la mayoría de los que tuvieron padres distantes o con problemas también tienen una gran dificultad para confiar en Dios Padre. No se sintieron seguros con sus propios padres y, como resultado, tienen que forzar una actitud abierta con Dios Padre. Como el miedo nace de un enfado inconsciente, a medida que perdonan a sus padres disminuye su desconfianza.

Crecer en confianza hacia Dios Padre se facilita pidiéndole a Jesús específicamente ese don. Algunos imploran a Jesús que les ayude a confiar en el amor de Dios "Abba" (Papacito), igual que Él lo hizo. Una vez que la confianza comienza a aumentar, se le pide a la persona que medite durante dos ratos de 15 minutos diariamente sobre Dios Padre como su otro padre amoroso en cada etapa de la vida. A algunos les ayuda imaginarse al Señor llevándoles de la mano como niños o adolescentes hacia una mayor intimidad con el Padre. Otros le piden al Señor simplemente que les ayude a conocer mejor al Padre. Reflexionar a lo largo del día que "Dios es mi padre" constituye un esfuerzo para muchos. Leer la Biblia, rezar despacio el Padre Nuestro y buscar en la Eucaristía la curación le permiten a uno crecer en el conocimiento del amor del Padre. Lo esencial aquí es darse cuenta del amor del Padre hacia uno cuando fue niño y adolescente.

La experiencia del amor de Dios Padre, Abba, entrando a raudales en uno ahuyenta la soledad, la inseguridad y la desconfianza que había adquirido de su padre. Poco a poco las tentaciones homosexuales disminuyen y en último término desaparecen cuando la herida paterna se cura de esta manera. El amor de Dios Padre refuerza a estas personas cuando aparece alguna tentación de actuar homosexualmente y ya no sucumben enseguida como hacían en el pasado. Al contrario, le piden al Señor que les muestre la tensión emocional que está causando la tentación y que la cure. A menudo les sorprende agradablemente la fiel respuesta del Señor a esta oración. La victoria en estas pruebas aumentan su confianza en que el poder de Dios puede realizar la curación completa de su homosexualidad.

Las mujeres que se refugian en la homosexualidad por temor al amor masculino, ocasionado por traumas con sus padres en la infancia y en la adolescencia, crecen espiritualmente a medida que aumenta su sentido del amor del Padre hacia ellas. Cuando por fin pueden sentirse cómodas confiándose al cuidado providencial de Dios Padre, a menudo se encuentran más dispuestas a ser vulnerables ante el amor masculino. Esta etapa es seguida normalmente por sentimientos de atracción y después de amor hacia los hombres.
Los sentimientos homosexuales de Diane eran el resultado directo de una vida familiar con un padre alcohólico y explosivo. Durante años estuvo involucrada emocional y sexualmente con otras mujeres, pero a la vez se sentía muy insatisfecha.

Al principio de su recuperación, Diane tenía grandes dificultades para perdonar a su padre por todas las veces que había herido a su madre y que había creado el caos en sus vidas. Al darse cuenta de que no podía perdonarle, se sentía más cómoda reflexionando sobre las palabras de Cristo en la Cruz, "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). A medida que su enfado disminuía, llegó a conocer a Dios Abba como su otro padre amoroso y protector. Ese amor afectuoso le confortaba y disminuía el control emocional que su padre ejercía dentro de ella sobre sus relaciones con las demás personas. Diane creció en seguridad y en atracción por los hombres y se convenció de que el Padre le protegería y supliría la falta de protección de su propio padre.

Como respuesta al amor de Dios, Diane desarrolló un fuerte deseo de servirle y de hacer su voluntad en todas sus relaciones. También, un mayor conocimiento de su fe le llevó a darse cuenta de lo pecaminoso que era la conducta homosexual y a desear evitar ese pecado. El cuidado providencial de Dios se convirtió en una fuerte base sobre la cual Diane podía comenzar una relación amorosa normal y moralmente sana con un hombre en el futuro.

6. Curación de la herida materna, así como de la tristeza, la desconfianza y la inseguridad.

Las heridas en la infancia y en la adolescencia provocadas por madres que eran poco afectuosas, distantes, enfadadas, insensibles, egoístas, controladoras, excesivamente dependientes, emocionalmente enfermas o adictas, llevan a la homosexualidad. Después de reconocer esas heridas y empezar el proceso del perdón, el siguiente paso en el camino de la curación, es pedirle a la persona que considere a la Virgen María como otra madre o amiga amorosa, entregada, alegre y digna de confianza en cada etapa de la vida. La experiencia del amor de María puede llenar el vacío y la soledad de una relación materna defectuosa, llegar a constituir una nueva base para confiar en las mujeres, reforzar la autoconfianza y curar la homosexualidad.

Al principio, Sue tenía una gran dificultad en poner su confianza en la Virgen María como otra madre cariñosa, porque su propia madre había sido muy insensible con ella. Aunque entendía que su madre de pequeña tampoco había sido bien tratada por su propia madre y que el perdonarla la liberaría emocionalmente, todavía seguía teniéndole miedo al amor de María. Le desanimaba saber que sólo el amor de otra madre podría curar la tristeza proveniente de su infancia y el hambre de madre que alimentaban sus tentaciones homosexuales. Pero cuando empezó a pedirle diariamente al Señor que la ayudara a apoyarse en el amor de Su madre, como lo había hecho Él mismo, su capacidad para confiar en María empezó a crecer poco a poco. A Sue le ayudaba meditar frente a una imagen de María sosteniendo al niño Jesús y también el rezo del Rosario. Cuando sentía tentaciones, meditaba acerca de María como la mujer amorosa y alegre de su vida, y no otra.
Al principio, Pete tenía dificultades para confiar en la Virgen María porque temía que iba a ser tan exigente y controladora como lo había sido su madre. Se refugiaba en la homosexualidad porque temía hacerse vulnerable ante una mujer y ser dominado por ella. Pete adelantó muchísimo en su recuperación al intentar imaginarse a María como una madre muy dulce, segura y confiada que no quería dominar su vida y también al meditar sobre el hecho de que nunca le había traicionado. Conforme creció su confianza en María a base de oración, dirección espiritual y el Rosario, sus miedos al amor femenino disminuyeron. María se convirtió para él en una compañera amorosa que le ayudó a abrir su corazón a las mujeres.

La dependencia excesiva que la madre de Ralph tenía en él, debido a que se divorció de su esposo, le produjo por asociación a Ralph una actitud negativa hacia el amor femenino. Aunque se sentía atraído hacia las mujeres y esperaba poder casarse algún día, Ralph veía la intimidad con una mujer en el matrimonio como una carga agotadora.

Para lograr su curación, Ralph meditó primero imaginándose al Señor entre su madre y él retirando de sus espaldas las pesadas cargas que había sentido por asumir la responsabilidad de hacerla feliz. En la Misa ponía a su madre en el altar y consideraba que Jesús la salvaría, no él. Poco a poco el Señor lo liberó de su excesivo sentido de responsabilidad. Después, a Ralph le ayudaba muchísimo meditar que la Virgen María había estado a su lado en el pasado como una madre alegre y entregada. Con esta curación adquirió una mayor apertura en sus relaciones de amistad con las muchachas y un fuerte deseo de casarse.

7. Curación de la herida del enfado

Paul siempre había odiado a su cuerpo porque, desde tercer grado, lo veía pequeño y débil. Le avergonzaba su poca musculatura y su baja estatura. Su enorme necesidad de aceptación lo llevó a la promiscuidad homosexual.
Paul empezó a sentir remordimientos tras darse cuenta de que no había aceptado el cuerpo que Dios le había dado. Su curación progresó a medida que fue más agradecido con su cuerpo, rechazó el deseo de ser otro, consideró que su alma era mucho más importante que su cuerpo y agradeció sus especiales dones masculinos. Cuando meditaba que Jesús había estado con él en cada etapa de su vida, Paul sentía que el Señor le mostraba cuál era la masculinidad verdadera a los ojos de Dios. Esta experiencia del amor afirmativo de Dios hacia él cuando era niño y adolescente lo liberó del odio que sentía hacia sí mismo y del profundo sentimiento que tenía de ser inadecuado como hombre. Finalmente, las gracias de la Eucaristía y del Sacramento de la Confesión fueron de enorme beneficio en su mayor autoaceptación.
8. Curación de los desórdenes adictivos
El alcohol, las drogas y las adicciones sexuales a menudo convergen en los que practican la homosexualidad. El comportamiento homosexual del Padre Mike siempre iba precedido de excesos en la bebida como resultado de sus luchas contra la soledad.

El Padre Mike pudo superar completamente su comportamiento homosexual al acudir regularmente a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, dejar de beber, hacer uso de la meditación, de la dirección espiritual y de los sacramentos para combatir la soledad.

Para aquellos que son verdaderamente adictos sexuales, los primeros pasos del tratamiento tratan de facilitar que acepten su adicción, que abandonen su impotencia para curarse por ellos mismos en las manos de Dios, que crean que no podrán recuperarse sin el amor y la ayuda de Dios y que participen en un grupo de adicción sexual basado en los Doce Pasos, como por ejemplo el grupo Sexaholics Anonymous. También puede ayudar enormemente la participación semanal en grupos de recuperación para personas con problemas de homosexualidad, tales como Courage ("Coraje), Homosexual Anonymous o Harvest ("Cosecha"). Véase Ayuda para las personas homosexuales.

Los que sienten demasiada vergüenza asistiendo a esos grupos pueden obtener los nombres de las personas que ya han avanzado en su recuperación y que pueden actuar de auspiciadores. De esta manera, si se ven ante una gran tentación, pueden acudir a estos auspiciadores en busca de apoyo, oración y ánimo.

Aunque los grupos de adicción basados en los Doce Pasos ayudan bastante, en mi experiencia clínica he observado que el comportamiento adictivo no se controla del todo hasta que las heridas emocionales que hay en el fondo no se curan.

9. Curación del narcisismo o egoísmo

El narcisismo es un desorden muy poderoso que alimenta el comportamiento homosexual de mucha gente. Esta debilidad personal no se supera fácilmente porque se teme abandonar una vida de hedonismo (búsqueda del placer), caracterizada también por la irresponsabilidad y el descontrol.

El narcisismo es el desorden clínico más directamente responsable del fracaso en la curación de la homosexualidad. Muchos comienzan una curación y acaban cayendo en una vida de placer superficial y hedonista.

Si los que padecen este desorden quieren recuperarse de verdad, necesitan comprometerse con un plan de vida espiritual bien disciplinado. Tal plan incluye la confesión semanal, practicar las virtudes de la mortificación y la humildad, la meditación frecuente de la Pasión del Señor, la dirección espiritual, los retiros frecuentes, una relación íntima con la Virgen María, terminar con las amistades que no son sanas, la lectura diaria de la Biblia y la asistencia diaria a Misa.


10. Curación del excesivo sentido de responsabilidad


La conducta homosexual anónima de Jim se desarrolló como un intento de evadir las presiones y exigencias excesivas de su vida personal y profesional. Con la ayuda de la gracia de Dios aprendió a poner al Señor de primero en su vida, no el trabajo, y le entregó sus responsabilidades al Señor cada día. También le pidió que lo curara de su tendencia a sentirse excesivamente responsable. Leía la Biblia cada noche y, lo más importante, intentaba fortalecer una amorosa amistad con su esposa.

El tomar estos pasos le quitó a Jim el agotamiento y el vacío interior que sentía, y le permitieron a él y a su esposa disfrutar juntos realmente de su vida de casados.

11. Curación de los traumas sexuales de la infancia

Los varones que se sienten confusos con respecto a su identidad sexual, como resultado de los maltratos sexuales sufridos en su infancia, usualmente albergan impulsos violentos inconscientes contra los que los maltrataron. Estos pensamientos de venganza se pueden eliminar al entregarlos diariamente a Dios y al reflexionar que la venganza sólo pertenece al Señor (véase Romanos 12:19).

Los recuerdos específicos de maltratos también pueden atormentar mucho y crear mucha confusión; pero se pueden superar si se entregan diariamente al Señor pidiéndole que cure esas memorias.

La confusión sobre la identidad disminuye a medida que el dolor emocional severo en torno al trauma experimentado también disminuye. La identidad masculina también se fortalece agradeciendo al Señor los dones masculinos que se poseen, creciendo en el sentido de ser hijo de Dios, identificándose con las cualidades positivas del padre de uno o de otros familiares varones y pidiendo la curación en la Eucaristía.

Conclusión

Existe una necesidad urgente de examinar la verdad acerca de la homosexualidad, tanto desde el punto de vista moral como psicológico. Recientemente el Papa Juan Pablo II dijo: "... Necesitamos ahora más que nunca tener la valentía de mirar la verdad cara a cara y de llamar las cosas por su nombre, sin dejarse llevar por la conveniencia o por la tentación del autoengaño".

Como maestra de la verdad, la Iglesia afirma en el Catecismo que "los actos homosexuales son actos de gran depravación, intrínsecamente desordenados y bajo ninguna circunstancia aceptables".

Psicológicamente, las atracciones y los actos homosexuales vienen de heridas emocionales muy específicas y de conflictos en la infancia, la adolescencia y la vida adulta. Estas heridas no han sido plena y claramente identificadas en el pasado por los profesionales de la salud mental ni han sido curadas en la mayoría de los casos.

Las razones de este fracaso son que el campo de la salud mental está aún en etapa de desarrollo y no ha entendido ni incorporado el perdón como remedio al enfado tan significativo en estas personas, ni ha proporcionado una espiritualidad cristiana para resolver la tristeza, la desconfianza, la baja autoestima y el comportamiento adictivo.

Gracias a Dios, la espiritualidad católica, combinada con una buena psicoterapia puede lograr la curación completa de las personas que padecen este desorden.

Fuentes:

Richard P. Fitzgibbons, Médico Psiquiatra, "Los orígenes y curación de atracciones y comportamiento homosexuales," Digesto Familiar 224-226 (1997): 23-24, 44-52, 24-32. La revista Digesto Familiar es publicada por el Instituto de Ciencias Familiares (CENAPLANF) que dirige el Padre Pedro Richards, gran defensor de la vida y la familia. Instituto de Ciencias Familiares, Pablo de María 1362, Montevideo, Uruguay. Tel.: (5982) 40-3251. Fax: (5982) 40-9049. Estos artículos son traducción del Apéndice I del mismo autor y que forma parte del libro del Padre John F. Harvey, O.S.F.S., S.T.D., The Truth About Homosexuality (San Francisco, Ignatius Press, 1996). Este libro se puede conseguir en las oficinas centrales de Human Life International, 4 Family Life, Front Royal, Virginia, 22630, U.S.A., Tel.: 1-800-549-5433. Fax: (540) 636-7363. E-mail: hli@hli.org. Página Web: http://www.hli.org. El Padre Harvey dirige la organización Courage ("Coraje"), que se dedica a la atención pastoral de las personas homosexuales y a ayudarlos a vivir una vida casta y según la enseñanza de la Iglesia Católica. Para más información véase: Ayuda para las personas homosexuales.




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